Exterior, en el pórtico
Recuerda que puedes descargarte este archivo siempre y cuando estés registrado.Antes de abrirles mis entrañas, quiero que se detengan un instante, aquí, en el pórtico de acceso a la iglesia. Perfecto balcón para observar el pueblo de Olleros de Pisuerga. Un caserío reducido, escoltado por la proximidad de mis hermanos, Peña Amaya y el Cañón de la Horadada, y por mi presencia, ¡claro está!
Hoy por hoy, apenas llegan a cuarenta los habitantes de un pueblo que, en verano, logra reunir aquí a miles de personas, en torno a la Gran Paella Ollerense, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. El nombre del pueblo, “Olleros”, hace referencia a los fabricantes de “ollas”, a los alfareros. Es muy probable, aunque no se han hallado evidencias arqueológicas, que en tiempos existiese aquí algún tipo de actividad alfarera o ceramista.
Verán también que el campanario de la iglesia se encuentra un tanto alejado. Se debe, en parte, a la dificultad para construirlo aquí, sobre mí, cosa que agradezco. En origen, era una espadaña, convertida después en la torre que ahora ven. Quienes la construyeron trataron, quizá, de acercarla y orientarla más al pueblo, a los fieles, para que escuchasen más claramente la llamada de las campanas.
Si al bajar se acercan, se darán cuenta de que junto a la torre, hay un pequeño habitáculo, una cueva que, en los últimos tiempos, fue utilizada como fragua. Es bastante más antigua que el campanario y, en su día, tuvo una función litúrgica y de aislamiento, para los llamados “eremitas”, pero esta parte de la historia, se la sigo contando en el interior...